lunes, 18 de octubre de 2010

Mi bisabuela Chefa

Estamos en Acapulco murió doña Chefa-  Así de pronto, así de inesperada fue la noticia de la muerte de mi bisabuela. Un mensaje corto pero con un impacto estremecedor.

¿Qué Chefa, mi bisabuela? Ingenuamente pregunté, deseando que me contestaran otra cosa, como si en mis recuerdos existiese otra Chefa.

-Sí,  apenas vamos regresando del campo santo.-

Mi mirada se dirigió  a un punto pero sin ver nada, mientras mi respiración era cada vez más lenta, hasta que la pelea entre los recuerdos de mi bisabuela y las explicaciones que pretendía hacer al hecho, provocaron que rodaran las primeras lágrimas de mi llanto largo y silencioso.

Aun no lo asimilo, mi bisabuela Chefa era una persona ya grande de edad pero con una vitalidad que cualquier adulto desearía, además de que era envidiable su memoria. Una de la cosas que voy a extrañar mucho de ella eran los ratos en los que  solo  bastaba que dijera  una parte de algún verso o copla para que ella lo completara y de ahí empezara a recitar su enorme lista de coplas.

Era dueña de una personalidad fuerte pero a la vez encantadora, regañona pero cariñosa, poseedora de una alegría contagiosa. Siempre se le veía de aquí para allá vistiendo sus típicas faldas largas, mandil y su reboso amarrado en la cabeza. Además de que nunca podía faltarle su hoja tabaco, un personaje único, por lo que siempre los turistas le hacían preguntas y se admiraban de su conocimiento y sus anécdotas.

Le doy gracias a Dios por haberme permitido conocer a mi bisabuela, de aprender y disfrutar muchas cosas de ella y sobre todo por brindarme la oportunidad de haber contemplado a la experiencia andando.


Me gustaría decir que ahora mi bisabuela esta descansado, pero conociéndola no iba a poder estar  a gusto, seguramente ahorita está allá en el cielo llenando de alegría los corazones de todos los ángeles y de Dios.








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